Cuando
empecé a sentir que podía ser tutora de mis compañeros me sentí extraña. No
sabia cómo decirles que yo podía ayudarlos sin que sonara como si quisiera ser
la maestra. Fue una temporada tensa hasta que descubrí que podía hacerlo si
otros también se animaban conmigo.
Me
dirigí al comité de la clase y expuse mi caso. Les comenté de que veía cómo muchos
de mis compañeros estaban teniendo problemas en el análisis de obras literarias
que yo ya había leído y analizado, puesto que tengo un fuerte habito de lectura
desde muy pequeña. En esa ocasión también expresé mis necesidades de tutoría en
el área de química y ciencias naturales.
De
inmediato el comité escolar manejó el asunto. Avisaron a mis compañeros la idea he hicieron la propuesta al estudiantado.
Al ser aprobada, los candidatos(as) a tutor(a) avisaron su disponibilidad de
tiempo y disposición para dar las tutorías.
Hablamos
con nuestros maestros y ellos también se interesaron por la idea. Así comenzó
todo.
El
tutor(a) de cada signatura estaba en constante comunicación con el maestro(a)
correspondiente. Después de organizar los horarios y las reglas comenzamos a inscribir
a los interesados.
Una
de las iniciativas de Vilma, mi compañera y tutora de ciencias sociales, fue
que antes de cada examen los maestros le pasaran unos cuestionarios y prácticas
a los tutores para practicarlos durante las tutorías. El resultado de esta
iniciativa se observó de inmediato cuando en las pruebas semestrales más del
90% de nosotros pasamos por encima de los 80 puntos.
En
los pruebines y prácticas se notó más, ya que nadie se quedaba atrás con las
entregas ni perdía muchos puntos en las pequeñas pruebas.
En
fin, lo de las tutorías resultó y sigue resultando más que útil.